La noche no daba tregua en la
posición. Los disparos de fusilería se
producían sin cesar. Unos silbaban
cerca, otros impactaban contra los muros de adobe, y otros sencillamente
surcaban el cielo. Algunos se podían
ver, eran proyectiles trazadores y sin duda añadían una estela mortal en
aquella noche fría.
Luis llevaba 6 horas en su
posición, haciendo fuego sostenido sobre unos edificios desde los cuales, les
estaban disparando sin cesar. El paqueo
se había vuelto tedioso y peligroso, porque parecía que cada vez aquellos
tiradores, se iban aproximando más y más de forma certera.
Sin querer miraba todo el rato a
su derecha, en unos puestos de tiro más allá de su posición. Allí se encontraba Elena, una compañera, que
al igual que él, llevaba todo el día respondiendo al tiroteo, y permaneciendo
serena como el resto de sus compañeros ante el envite del fuego enemigo.
La miraba porque llevaban
demasiados años juntos, y a los viejos y buenos compañeros, se los cuida, se
los protege y se vela por ellos, al igual que ellos hacen por ti. Luis sabía que Elena estaba bien, que era
mujer de armas tomar, y que no era de las que se arrugaba ante nada. Tan fuerte como todos, y tan sensible como
los demás. No había truco, sencillamente
era el oficio, era el momento que les había tocado vivir, y para ellos aquello
era su vida.
Hacía 7 horas aproximadamente, un
convoy logístico con combustible, agua y repuestos mecánicos, había sufrido un
percance a la entrada de una población.
Una zanja en la carretera había provocado un accidente al vehículo escolta,
un BMR. Y el convoy compuesto por 3
camiones, dos cisternas y tres todoterrenos, más 3 BMR de escolta, se habían
tenido que detener.