-Buenos días mi Primero, otra mañana de
paseo – Dijo el Soldado Ramiro Suarez a Juan José Rupérez su Cabo Primero.
-Cualquier cosa es mejor Suarez que
quedarnos en el Destacamento un día entero viendo pasar las nubes- Respondió
Rupérez. Y ambos se metieron dentro del
Nissan Patrol, que era su vehículo y compañero de fatigas, en todas las
misiones de patrulla en la
Serbo-Bosnia en aquel año 1996.
El
vehículo salió del Destacamento de Duzi y se dirigió por la carretera para
realizar la ruta de Duzi- Drazin Do- Trebinje.
La misión era sencilla, dejarse ver, verificar que en la ruta no había
existencia de check points ilegales, e informar de cuantas cosas se
acontecieran durante las 8 horas de patrulla, para que los informes de
inteligencia fueran lo más precisos posibles.
Suarez
era un Soldado veterano y era buen conductor, conocía bastante bien “su Nissan”,
era concienzudo y meticuloso con su moderno corcel. Como buen soldado de Caballería, sabía que el
mantenimiento de su medio de transporte, era vital para el desempeño de
cualquier misión, y por eso, su vehículo nunca fue de los que se quedó tirado,
de los que nunca dio fallos achacables a la negligencia o pasividad. Como buen jinete, sabía que su montura debía
estar preparada para cualquier misión, y por ello, por sentir muy suyo aquel
vehículo, lo trataba con el respeto que se merecía.
Rupérez
era otro “caballero”, llevaba 8 años en el Ejército, y aunque su puesto era de
Jefe de un vehículo de exploración de caballería, de un VEC, para él, cualquier
cosa que se moviera y lo llevase a la misión, era el mejor de los
corceles. Jóvenes soldados a fin de
cuentas, imbuidos por el espíritu expedicionario de la Caballería
Española.
Esa
primavera era fría en las tierras de Bosnia i Herzegovina, en la zona serbia,
en el lugar donde hasta ahora ningún otro occidental se había “colado”. Y allí estaban los jinetes, metidos hasta la
cocina y dejando el pabellón español muy alto.
Aunque
llevaban relativamente poco tiempo en la zona, apenas unos tres meses, había
pasado el tiempo suficiente para que los españoles se sintieran queridos y
admirados por la población de la zona. –Los
serbios no son tan malos como nos los han pintado a fin de cuentas..- Pensaba a
menudo Rupérez, y bajo su perspectiva y experiencia, se había encontrado con un
grupo humano humilde, orgulloso pero honrado, y que en su gran mayoría no
habían rechazado la presencia extranjera en su tierra, acogiéndolos como a
buenos vecinos.
El
camino era rutinario, mientras Suarez seguía a lo suyo con el volante, Rupérez
comprobó su fusil CETME LC. Con la mano
derecha sin mirar se palpó el PECO, y comprobó que llevaba sus cargadores
municionados, notaba el peso, pero aún así, no se quedó tranquilo hasta tocar
el puntiagudo extremo de los cartuchos.
El día era
apacible, pronto llegaron al desvío de Drazin Do y giraron dirección oeste,
hacia la ciudad de Trebinje. Apenas
vieron algún vehículo a motor por la carretera que deambulaba pegada a las
orillas del río. Las aguas de éste
discurrían pacíficas, y el verde comenzaba a prevalecer en una tierra negra y
austera. La noche anterior había llovido
con abundancia, y ese frescor matinal se notaba en la naturaleza, y en los huesos.
En la
parte trasera del Nissan, un Cabo y dos Soldados completaban el equipo de
Rupérez. El Cabo era Antonio Contreras,
otro jinete forjado a la grupa de las buenas tradiciones del Arma de
Caballería. Y los dos otros Soldados
eran Paco Alemán y Eduardo Macías, también del Arma de Caballería, pero con
apenas medio año de antigüedad en la milicia.
Rupérez
se giró para ver que hacían sus subordinados, a los cuales vio adormilados y
relajados. –Es lo malo de rutina…-Pensó, y se volvió de nuevo hacia la
carretera.
A lo
lejos se podían ver ya los arrabales de Trebinje, el paisaje se tornaba más
bucólico, con una infinidad de árboles y una ribera más poblada de
vegetación. Suarez vio algo, no sabía
diferenciar que era, pero a simple vista le parecía que había gente corriendo.
-Mi
primero…, miré hacia la explanada de las flores amarillas del otro lado del río…¿no
ve usted gente corriendo?- Dijo Suarez.
Rupérez
miró, frunció el ceño y le dijo a Suarez – Para…para…que esos que corren no me
gustan… ¿no están persiguiendo a alguien?-
Todos
en el vehículo se tensionaron, Suarez fue reduciendo la velocidad del vehículo,
hasta que poco a poco se fue deteniendo.
Buscó una zona amplia fuera de la calzada y próxima a una pasarela, que
cruzaba el río de orilla de orilla, pero que era exclusivamente para
viandantes, porque un vehículo no cabía, y seguramente no resistiría la
pasarela el peso.
Rupérez
se bajó del Nissan, y sin poder diferenciar la escena, pudo apreciar que
efectivamente había un grupo nutrido de personas que corrían, y que otro grupo
menos numeroso, se encontraba alrededor de algo.
-¡¡¡Coged
los fusiles, abrocharos el chaleco y poneros el casco!!!- Ordenó.
-
Macías te quedas en el vehículo, atento a la radio por si las moscas, el resto,
conmigo- Y todos desembarcaron del vehículo y se dispusieron a seguir al Cabo
1º. La
patrulla cruzó la pasarela con paso cauteloso, y se dirigieron en dirección al
grupo de personas que iba corriendo. Al
parecer ese grupo de personas no se había percatado de la presencia de los
españoles. Parecía que su atención se
centraba en otra cosa.
-Mi
primero, ¿pero…no parece…yo creo…no ve usted que están persiguiendo a una
mujer?- Dijo Paco Alemán.Y todos
miraron con mayor detenimiento a la cabeza de aquel improvisado grupo de
carrera. Y efectivamente conforme la
distancia entre ellos se reducía, los españoles pudieron ver y contar a unos 6
hombres corriendo detrás de una mujer.
-Preparad
las armas- Dijo Rupérez.
-¿Qué?-
Preguntó Suarez
-Que
montéis los cetmes, y atentos que esto no me gusta- Respondió el Cabo Primero.
Avanzaron
rápido en dirección ya muy clara hacia la mujer y el grupo de perseguidores. –Desplegaros
en guerrilla, 5 metros entre cada uno, seguros fuera, rodilla en tierra…que
cada uno elija uno o dos objetivos por situación- Ordenó Rupérez. La
mujer al ver a los españoles gritó.
Éstos no entendían muy bien lo que gritaba, pero obviamente pudieron
discernir que aquella carrera no era voluntaria, ni parecía que el asunto fuera
liviano.
Rupérez
hizo señas a la mujer, que llevaba unos 30 metros de ventaja respecto a los
persecutores, ésta no lo dudó y se lanzó prácticamente a los brazos de Rupérez.
-¡¡Help …help mister…help me….!!-
Dijo la mujer entre sollozos. Los hombres que la perseguían frenaron en
seco al toparse con la patrulla española.
Eran 6, vestidos con prendas militares, y algunos esbozaban armamento ligero,
pistolas, cuchillos, y algún subfusil colgado.
Los
españoles se mantuvieron firmes a las órdenes del Cabo Primero, y no cesaron en
su actitud ofensiva al continuar apuntando con sus armas. La
mujer se abrazó a Rupérez llorando. El Cabo
Primero pudo observar que se trataba de una chica joven, de apenas unos 20
años, llevaba la ropa destrozada, rasgada, iba descalza, y su cara estaba
maltrecha, seguramente había sido golpeada.
Poco
tuvo que pensar Rupérez para saber que estaba pasando. Aquellos hombres eran chetniks serbios, y muy
seguramente esa chica era su desayuno.
Con detenimiento observó a la chica y le preguntó en un tosco inglés:
-You
are muslim?-
-Yes…yes…mister-
Respondió entre sollozos y prosiguió en un también tosco inglés- I am a prisoner of the Chetniks….they.. want me to rape…please mister..help…help
me..-
Fue muy
fácil entenderla, aquellos hombres iban a violarla, se había escapado de sus
captores, y estos no iban a dejar escapar la presa… El Cabo
Primero situó a la chica detrás de él, y apuntó con su fusil a uno de los chetniks.
Avanzó unos metros en dirección a ellos.
El Cabo Contreras se acercó despacio y cogió a la chica por la mano, y
la llevó más atrás.
-Who's the
boss?- Les preguntó Rupérez. Los serbios se miraron y sonrieron, esa
actitud le molestó a Rupérez, parecía como si no les tuvieran en consideración. Uno de ellos
haciendo unos gestos con la mano, le indicó al Cabo Primero que le devolviese a
la chica. Rupérez fue esta vez el que
sonrío, y sin mediar más palabra, tiró de la palanca de montar del fusil, y
directamente lo encaró en su dirección.
El gesto del
serbio cambió, y llevó su mano derecha hacia una pistolera que pendía de su
cintura, en busca de una pistola. El
Cabo Primero al percatarse le gritó advirtiéndole -¡¡¡Stop… or you're
dead!!!. Otro de los
serbios se llevó la mano hacia su pistola, y Suarez al verlo, también le gritó
-¡¡¡Quieto…quieto o te pego un tiro- Seguramente el serbio no sabía castellano,
pero entendió a la perfección la amenaza del Suarez, y el serbio levantó sus
manos hacia lo alto.
Un tercero
se llevó las manos a un subfusil tipo Kaláshnikov, y antes de que pudieran reaccionar el resto de españoles,
vieron como el chetnik encaraba su arma con intención hostil. Rupérez no dudó, tragó saliva y en una
milésima de segundo valoró el hecho de disparar, sabía que un disparo podría
suponer una carnicería, que un disparo iba a suponerle seguramente un montón de
explicaciones si no había víctimas, pero por una milésima pensó en sus chicos,
y se dijo así mismo, este no es el final.
Rupérez disparó dos veces seguidas, que impactaron directamente en el
pecho del serbio, que cayó al suelo gritando.
El resto de serbios tuvieron el arranque de coger sus armas, pero la
actitud de los españoles que avanzaron en línea hacia ellos, fue suficiente
para frenar las intenciones.
-Down..down weapons…Already…Inmediately!!!!-
Gritó el Cabo Primero. Y todos los serbios obedecieron. Ninguno de los españoles bajó la guardia, y
cada uno de los jinetes tenía marcado a uno de los serbios con su fusil.
-Down…knees down…-Ordenó Rupérez. –Contreras…¡¡¡desármalos!!!,…Suarez
vete al coche y avisa al Cuartel General…que manden a la IPF…que venga la
Guardia Civil o los Gendarmes, me da igual, que vengan y se lleven a estos
tipejos…Y que venga una ambulancia, diles que hay un herido grave por arma de
fuego- Ordenó el Cabo Primero.
Alemán se dedicó a ayudar a Suarez a desarmar a los chetniks. Y mientras tanto, el jefe de aquel grupo de
guerrilleros serbios, de rodillas y mirando al Cabo Primero le preguntó con
rostro serio:
-Why?... All this....all this for a Muslim...-
A pesar del escueto inglés, Rupérez entendió el
mensaje, y su respuesta fue en castellano y muy despacio, como si tuviera
intención de que el serbio lo comprendiera.
-¿Porqué..?..Porque podemos…porque queremos…porque somos
españoles…y para vuestro pesar…somos Caballeros…y nos han entrenado con una
vieja tradición propia de la ancestral Caballería Española…la sagrada misión es
proteger a los desvalidos…a los débiles…¡¡Because.. We
are the Spanish
Knights!!-
El serbio
agachó la cabeza, y mirando a su derecha pudo ver a su compañero mal herido, y
volviendo a su izquierda la cabeza, vio a sus camaradas de rodillas, con las
manos sobre la cabeza, y pudo ver a esos soldados bajitos y morenos, con cara
de pocos amigos. Y pudo ver a la chica,
a su presa… abrazada y llorando, pero protegida por los brazos de hierro y la
mirada de león de un soldado español, de un jinete de la Caballería española.
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